Cuando se pudo empezar a salir tras el confinamiento, quizás excediendo la distancia permitida desde casa, además de subiendo un montón, nos llegamos hasta Monterols. Fue el momento en que se me derrumbó una imagen de esas fuertes de mi infancia, la de la Clínica Platón.
La Clínica Platón -¿cómo explicarlo?- tenía, con su arquitectura no sé si culminada con las típicas mansarlas francesas, el misterioso bosque que la rodeaba cruzado por un serpenteante camino asfaltado, por
donde, de tanto en tanto, se adentraba un taxi, cosas así, algo de establecimiento sanitario de película de Georges Franju. La enorme valla de piedra que cerraba el recinto por las calles ascendentes (tengo la imagen, sobre todo, de la calle Marco Aurelio), completaban el misterio.
Pues bien: esa noche, subiendo por Tavern y Marco Aurelio, nos topamos con algo también de película, pero no se trataba de nada de Franju, sino similar a la mole de la nave espacial llena de luces de “Encuentros en la tercera fase”: un paredón elevado hasta el cielo, lleno de pequeñas ventanas abiertas irregularmente a habitaciones iluminadas. Habían subido la altura del edificio y hecho desaparecer el enigmático bosque que lo medio tapaba. Por otra parte, el muro de piedra de la calle Marco Aurelio había sido convidado por otro recubierto de falsa y muy regular y pulida piedra.
Hice una foto, pero entre la poca luz y la desolación que llevaba dentro, no salió. Ayer, pasando por ahí, con luz, hice fotos del desaguisado.

De edificio misterioso (a saber qué pasaba con los que entraban ahí para intentar curarse de algo) a la visión frontal atroz, sin filtro, de la sanidad actual. Tres arbolitos sustituyen a la selva que previamente existía en la parte delantera de la clínica.
El camino de acceso ha perdido toda su estética humana y la hiedra sustituye a los plátanos que lo entornaban.
Enfrente de la clínica, ahora hospital, el edificio de líneas claras y para entonces muchas ventanas que iluminaban la Escuela Betania, antes de su traslado a Pedralbes.
Vista desde Marco Aurelio. Véase en qué se ha convertido el muro, que parecía uno más del Parque de Monterols.
¡Patapum!