Octubre
Ahí me restauré bien - 14
Éste no puede decirse que fuera, literalmente, un restaurante de debajo de la Diagonal, como me reclamaba Julio Lamaña, pero viendo la modestia de su tarjeta inicial (ese papel cuadriculado sellado, recortado con un abrecartas) se concederá que no era (no sé ahora, pues sigue existiendo) un sitio muy sofisticado.
Recuerdo, cuando lo abrieron por allá los años 70, la sorpresa de ver transformada la planta de una vieja y pequeña “torre” de Gracia en los diferentes espacios de un restaurante: no se estilaba por aquel entonces. Quería pasar, digamos, por “íntimo”. Incluso no podría negar que pusieran una vela encendida en cada mesa, para redondear el tono que querían ofrecer. Los manteles de cuadros, por otra parte, lo aferraban a ese ambiente modesto, de “casa de la abuela” que se buscaba también con otros detalles.
Recuerdo (porque hará unos treinta y cinco años que no he puesto los pies en él) que tenían una carta no muy larga, de platos familiares, seguramente recetas de esa abuela inspiradora: fricandó, pollo al champán con picada de almendras y arroz, cosas así.
Aún así, ya fuera en pareja en una de las pequeñas mesas cuadradas de la entrada, ya fuera en grupo en el antiguo comedor de la casa, por un precio muy asequible te daba la impresión de haber "ido al restaurante" y haber cenado.
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