El Farró

Entrando por San Hermenegildo te topas, en la calle Zaragoza, con ese notable ejemplo del destrozo del barrio. Se edificó sin consideración alguna para con sus vecinos. La normativa permitía en aquel entonces planta y tres pisos, ya excesivos, pero puedes contar en realidad, con el visto bueno del ayuntamiento de entonces, planta y hasta seis pisos, pues a los tres anteriores le puedes añadir el "entresuelo", que cambia un poco la fisonomía de los pisos, pero mantiene casi intacta su superficie, el ático con su terraza y el sobreático


Así, de buenas a primeras, te golpea en la cara y adoptas una postura decididamente pesimista: ¡vaya barbaridades que se han hecho! Luego, o en otros momentos, te dejas llevar por otra quizás inocente, pero algo optimista: ¡aún puede verse lo que fue el barrio y esa visión restará en el tiempo.
Ambas posturas fluctúan cuando recorres lo que se llama ahora El Farró, un barrio que comprendería, grosso modo, entre plaza Lesseps y plaza Molina, entre El Putxet y la Gala Placidia. Si cruzas la zona puedes reconocer las diferentes normativas, desde la deformada hasta la caricatura durante el franquismo, que permitió tres pisos en una zona de calles estrechas y pequeñas "torres" de planta y piso con su pequeño jardín, con la consiguiente tomadura de pelo especulativa de que no se consideraba piso ni el entresuelo ni el ático ni los retranqueados sobreáticos, pasando por el hachazo en canal que fue la apertura de General Mitre y los enormes edificios pantalla que la envolvieron, hasta la protección que llegó con la democracia, que prohíbe taxativamente alturas incompatibles con la estrechez de la calle.
No todo es de una claridad extrema. Por una parte hubo ya edificios que rompieron la relativa y envidiable, tan humana, homogeneidad del barrio en los años 40, pero eso sucedió incluso también de forma excepcional previamente a la guerra civil. Por otra, esa protección ha convertido a un barrio inicialmente modesto en otro donde sólo puede ir a vivir un vecindario acaudalado.

Un poco más arriba, la misma calle Zaragoza aún deja entender el tipo de construcción que constituía a principios del siglo XX el barrio. Al fondo, taponando el contacto fluido con el Putxet, se aprecian un poco las alturas de la barrera de General Mitre, la "Ronda del mig".

Una parte que también lleva al pasado en la plaza Sant Joaquim. A la derecha, en la calle Septimania, una mole típica de los años 70, con congestionados pisos de poca superficie, que ocupó el espacio de un gran garaje, por cuyos techos holgazaneaban al sol la gran mayoría de los gatos del barrio. El escritor Marcos Ordóñez, vecino de la zona, y que habla a menudo de ello, situaba entre esos gatos a los descendientes del legendario gato holandés de los grandes cojones.

Desde la plaza Sant Joaquim, la calle Vallirana, que a inicios de los 60 aún comunicaba con el verde y selecto Putxet. La primera y horrorosa medianera marca el lateral de un edificio invasor y destructor inaugurado en 1949. Detrás suyo el paredón se dobló en los 70, aún no inaugurada General Mitre, con Mitrecel, una de las promociones que hicieron la profunda zanja de cemento y ruido.
 

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