En un momento de su libro sobre Adolfo Suárez, que estoy leyendo con fruición, Gregorio Morán hace una excursión para hablar de un atípico gobernador civil que tuvo durante el franquismo Sevilla, de unas tremendas inundaciones que sufrió la ciudad en 1961, de la bochornosa campaña de distracción que se montó para despistar posibles indignaciones y del aparatoso accidente consecuente que multiplicó los daños de la inundación. Todo ello cosas que no conocía, seguramente por
razones de edad y geografía.
El Gobernador Civil era Hermenegildo Altozano Moraleda, miembro del Opus Dei, con cierto aire modernizador (fue conocido, sobre todo, por ser el primero en negarse a vestir la camisa azul) y cuyo carácter no cerril, contrario a seguir los protocolos lameculos de la época, le llevó a conducir a Franco, en una de sus visitas, a recorrer un poblado de barracas. No sólo eso, sino que Morán, siempre divertido, cuenta que en esa visita, yendo en coche con Franco, le entraron ganas de mear, pidió parar la comitiva y se alejó un poco de la carretera para descargarse en el tronco de una encina, mientras Don Claudio esperaba sorprendido por el desaire e impaciente. Esas dos cosas excedieron la magra tolerancia de Franco y al poco tiempo lo cesó.
Las terribles inundaciones que golpearon Sevilla fueron las del rio Tamarguillo.
La bochornosa campaña de despiste, que salvó a los gobernantes de dar otro tipo de explicaciones, la montó en la radio, haciendo llorar a media España, Bobby Deglané. Recaudaron en cuestación popular comida, juguetes y enseres de todo tipo y prepararon para su entrega a bombo y platillo una vistosa caravana desde Madrid, con entrada y paso triunfal por todas las poblaciones del camino, de coches, motos y camiones:
“Pero cuando la caravana va pasando el Tamarguillo, el rio asesino de la riada, una avioneta Stimpson, contratada expresamente por la revista ‘Actualidad Española’, intenta un vuelo rasante para fotografiar una gran pancarta que sostiene un grupo de vecinos de la calle del Arroyo, y se estrella contra la multitud al fallar en la maniobra. El primer balance es de veintiún muertos y setenta y cinco heridos gravísimos. La pancarta que el reportero gráfico, Antonio Fernández, mortalmente herido, no pudo fotografiar, decía así: LAS FAMILIAS QUE EN LA FÁBRICA DE SOMBREROS Y EN LAS CHOZAS HABITAN, DESEAN QUE ESTAS BUENAS ALMAS LES HAGAN UNA VISITA. VIVA EL LOCUTOR MÁS GRANDE Y LA DUQUESA MÁS BUENA, QUE HAN VENIDO A SEVILLA A INVITARNOS EN NOCHEBUENA. ¡GRACIAS, BOBBY!”
La duquesa era Cayetana de Alba, que también participaba en el sarao.

Franco, tragando sapos, conducido por el barrio de barracas.
La caravana, digna de un “Plácido”.
El avión, totalmente calcinado, rodeado de curiosos.
Aquí más.
Hermenegildo Altozano tras la patada hacia adelante. A través de puerta giratoria.